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ILPF solo tiene ventajas, pero aún es poco utilizado en Brasil

Investigador de Embrapa Forestas dice que crecimiento es lento, pero está dentro de las expectativas del Plano ABC

El último Censo Agropecuario mostró que Brasil tiene un total de 5.073.324 establecimientos agropecuarios, que ocupan un área total de 351,289 millones de ha, es decir, cerca de 41% del área total del país (851,487 millones de ha). Sin embargo, se estima que el sistema integración cultivo-ganadería-foresta (ILPF) sea desarrollado en cerca de entre 15 a 17 millones de ha, en solamente 5% del total de área de las propiedades rurales. Paraná, con 14.741.967 ha en establecimientos agropecuarios, tendría entre 0,6 y 0,7 millón de hectáreas implantadas con ILPF, de acuerdo con datos del doctor en Agronomía e investigador de Embrapa Forestas, Vanderley Porfírio da Silva.

Pero por qué el sistema – que es excelente para el productor, óptimo para el ganado y mejor para el medio ambiente – ¿aún es poco utilizado?

Según el investigador, es natural que todavía existan mayores áreas de cultivos y pastos en el país, ya que es grande el número de productores con experiencia en cultivos y en creación animal. “La tecnología de integración de la plantación y/o del pasto con árboles es algo relativamente nuevo para nuestra cultura agropecuaria. Entonces, de modo general, aún estamos aprendiendo como hacer, como comercializar. Y, como toda innovación, tiene un tiempo de maduración. La adopción, en las diferentes regiones del país, debe avanzar a la medida que el conocimiento y la demostración de la viabilidad se hagan presentes”, explica.

El investigador dice que, sin embargo, la adopción de la estrategia ILPF avanza conforme lo esperado por el Plano Sectorial de Mitigación y de Adaptación a los Cambios Climáticos para la Consolidación de una Economía de Baja Emisión de Carbono en la Agricultura (Plano ABC). Este es uno de los planos sectoriales elaborados de acuerdo con el artículo 3° del Decreto n° 7.390/2010 y tiene por finalidad la organización y la planificación de las acciones a ser realizadas para la adopción de las tecnologías de producción sustentables, seleccionadas con el objetivo de responder a los compromisos de reducción de emisión de Gases de Efecto Estufa (GEE) en el sector agropecuario asumidos por el país. “La meta estipulada por el Plano ABC, en 2009, era de aumentar en 4 millones de hectáreas hasta el año de 2020. De acuerdo con estimativa preliminar de la Plataforma ABC, grupo multi institucional formado para acompañar la reducción de las emisiones de GEE, entre 2010 y 2015, el incremento de 5,96 millones de hectáreas de ILPF fue responsable por el secuestro de 21,8 millones de toneladas de CO2 equivalente”, explica. Todavía no fueron definidas las metas del Plano ABC + para los próximos 10 años.

Porfírio da Silva dice que, en Paraná, con una excelente cadena productiva de la madera, bien estructurada, sería caso de haber mayor estímulo para que más productores adhirieran al sistema. “La mayor dificultad para el productor es tomar la decisión de invertir en el sistema. La decisión requiere conocimiento técnico, propio y/o del auxilio técnico que el asiste. Otro aspecto que puede dificultar la tomada de decisión es la falta de familiaridad con el negocio forestal/maderero. Entonces de buscar saber de eso también”, dice.

Según él, el Instituto de Desarrollo Rural de Paraná (IDR-PR), la antigua Emater, puede ayudar a los productores interesados en migrar para el ILPF. “IDR es asociado de Embrapa en varias unidades de referencia tecnológica (URTs) en silvopastoril en Paraná. Algunas de esas URTs fueron implantadas aún en la década de 1990, razón que hace de Paraná el Estado con experiencias más antiguas en el país”, afirma.Embrapa tiene varias publicaciones sobre ILPF. Una de ellas es particularmente interesante y puede ser encontrada en este enlace.

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Mecanización trae más competitividad a las forestas plantadas brasileñas

Procesos mecanizados traen mayor rendimiento y optimización de la mano de obra escasa

La mecanización de las forestas plantadas en Brasil aún está lejos del nivel de los sistemas de cosecha y transbordo existentes en otros países, lo que perjudica su competitividad en el mercado internacional. Según levantamientos hechos por el Instituto de Pesquisa y Estudios Forestales (IPEF), realizados bianualmente desde 2018 con empresas filiadas al instituto – algunas de las mayores empresas forestales brasileñas – el índice de mecanización alcanza 51,1% de las empresas, en nivel cinco: conjuntos mecánicos e implementos que demandan solamente el operador sin el uso de piloto automático. Buena parte de ellas, 30,9%, aún está en el nivel 2 con la utilización de herramientas con accionamiento mecánico. Lea el último levantamiento, de 2019, aquí.

¿Qué eso representa para el sector forestal? Según el profesor doctor Saulo Guerra, docente de la Facultad de Ciencias Agronómicas de Unesp campus de Botucatu y líder científico del Programa de Mecanización y Automación Forestal (PCMAF) de IPEF, la mecanización es una necesidad espontánea del sector forestal por varios motivos: promociona reducción del costo de operación, aumenta el rendimiento y trae optimización de la mano de obra distribuida en el campo. “Además de eso, hay la cuestión de confort, de la ergonomía, de reducción de esfuerzos o de actividades repetitivas para el trabajador. El hombre que está allá delante de las operaciones de silvicultura necesita tener condiciones adecuadas de trabajo”, dice.

De acuerdo con la presentación de PCMAF, el aumento de los costos con mano de obra y la disminución en su oferta, carga tributaria superior a países como China y EEUU y el costo de la energía eléctrica en Brasil, entre otros factores, hacen con que el país, mismo deteniendo las mayores productividades medias para los principales géneros forestales (Eucaliptus y Pinos), no detenga más el título de país más competitivo y rentable del sector forestal. “De forma muy objetiva, el nivel de mecanización varía en función de las otras operaciones. Si nosotros tomamos las operaciones de preparo del suelo, 75% de las áreas forestales con eucalipto son mecanizadas.  Al paso que, en la operación siguiente al preparo, que podría ser el plantío, 65% de las áreas, hoy, tienen plantío manual. Es decir, mismo dentro de forestas plantadas de eucaliptos existe una gran variación de las operaciones manual, semimecanizada, mecanizada o automática. Cabe destacar con relación a esa información, que hoy ya existen algunas operaciones automáticas considerando el uso de los drones, por ejemplo, para aplicación de herbicidas y hasta mismo cebos con veneno para hormigas”, explica.

Según Guerra, lo que aún inviabiliza un mayor grado de mecanización en la producción brasileña es el costo de adquisición. “Además del valor de inversión, que es alto, algunas máquinas exigen entrenamientos especiales. Lo que es un problema, porque hoy existe una escasez de mano de obra calificada y entrenada para las máquinas y equipos de operaciones forestales en la silvicultura. Además de eso, no existe hoy, todavía, un programa de financiación específico para esas máquinas. Lo que acontece es que muchos silvicultores consiguen usar línea de financiación para tractores agrícolas. Y esos tractores después pasan a trabajar en operaciones forestales”, dice.

Cosecha mecanizada – El Grupo Paraná Wood, que ya trabaja con mecanización en buena parte de las operaciones forestales, está ahora preparándose para mecanizar también la cosecha, equiparándose a las grandes empresas forestales. Paraná Wood Forestal ya adquirió un tractor de cintas Komatsu y aguarda solamente la llegada del cabezote hidráulico Wharatah para el corte y procesamiento de los troncos de eucalipto. La pieza es importada y debe llegar de Canadá hasta diciembre. Según Douglas Mendes, gerente de PWF, el cabezote hace la cosecha del eucalipto y corta los troncos en tamaños específicos. El equipo tendrá capacidad para corte de árboles de hasta cuatro toneladas y 50 cm de diámetro. “La máquina colecta, en dos turnos, 70 toneladas/día”, explica. La inversión fue de R$ 1,26 millón.

Según el propietario del Grupo Paraná Wood, João Luiz Garcia de Faria, la mecanización es el principal proceso para que se aumente la calidad en la cosecha, lo que es importante para la exportación de madera. Según él, la mecanización también permitirá que PWF se torne apta a certificaciones internacionales. “Pero, además de eso, usted evita riesgos de accidentes con el trabajador en la cosecha. Disminuyendo el contingente de personas en esta etapa, disminuyen los riesgos y cualifica a los operadores. Es la evolución natural de los procesos: hacer las cosas con más seguranza, más calidad, más calificación. Eso, incluso, da más oportunidades a los empleados”, apunta. De acuerdo con el gerente, ningún empleado de los 44 que trabajan hoy en la empresa será dispensado. “Como la empresa viene creciendo, serán destinados para otras áreas. Es una mano de obra valiosa, entrenada y altamente capacitada, no vamos a perderlos”, garantiza. 

La empresa, que ya tiene un equipo de remoción de troncos actuando, quiere – hasta el próximo año, adquirir uno más y otro equipo completo para cosecha. Con las dos parejas de máquinas, va también prestar servicios para otros productores de la región, según Mendes. “Y conforme vayamos creciendo, más máquinas serán adquiridas”, afirma.

 

 

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Paraná aún tiene disparidades en la producción de forestas, dice jefe de Embrapa

Erich Schaitza asumió el puesto en mayo y quiere estimular asociaciones entre empresas privadas e institución para resolver problemas comunes en el plantío de forestas

Paraná es un estado privilegiado cuando se trata de forestas plantadas, según el jefe general de Embrapa Forestas, Erich Schaitza. Él, que asumió el puesto oficialmente en mayo de este año, afirma que las forestas paranaenses crecen mucho mejor que en cualquier otro punto de Brasil. “Los mayores rendimientos, las mayores productividades de forestas están en Paraná”, afirma.  

La situación podría ser aún mejor se no fuera una gran disparidad entre regiones productoras dentro del Estado. “Nosotros tenemos regiones donde encontramos un profesionalismo muy gran para producir forestas y otras donde no hay toda esa capacidad técnica en la producción. Eso acaba desequilibrando la productividad”, justifica. Según él, faltan personas capacitadas en algunas nuevas regiones de plantío. “Y eso acontece no solo en función de las personas no ser capacitadas, pero también en función de que algunas áreas, que nunca trabajaron con forestas, todo es más difícil, los viveros no son bien estructurados, el material genético no es bien identificado para cada lugar”, dice. 

Por eso, de acuerdo con él, la pesquisa es esencial. “Por ejemplo, nosotros fuimos para una región que hasta que no es mala, ellos son buenos productores, que es el Oeste de Paraná. Y nosotros comenzamos a ver suelos, diferentes materiales genéticos, y conseguimos ganancias de 10 a 15% en productividad. Y esas ganancias representan economía porque cuesta la misma cosa hacer de modo equivocado. Entonces, lo que la pesquisa ha hecho es intentar generar conocimiento para que las cosas acontezcan de modo correcto”, dice.

Otra dificultad, según él, son los plantadores esporádicos. Lo que ocurre mucho. “Hay quien planta foresta a cada 7 años, a cada 8 años, entonces él acaba teniendo forestas muy buenas, pero que no son una actividad, ellas no hacen parte del día a día del productor. El productor forestal planta foresta todo año. Planta y cosecha. Con eso, establece un ciclo de calidad dentro de su propia acción, toma las medidas necesarias, hace los ajustes. Entonces es muy importante para el productor forestal que él crezca a lo largo del tiempo y que tenga forestas ordenadas, forestas reguladas, que ellas produzcan un cierto tanto todo año”, afirma.

Las asociaciones entre el sector privado y las instituciones de pesquisa son fundamentales para que la industria forestal pueda continuar a desarrollarse de forma sólida y constante, dice Schaitza. Él ve, en la unión entre esos dos polos, la solución para problemas comunes a todos los productores de forestas de Brasil, sea en el sentido de aumentar la productividad sea para resolver problemas específicos del sector forestal. “Embrapa Forestas, como institución de pesquisa, no consigue trabajar con los 8 o 10 millones de productores brasileños. Nuestro presupuesto se viene reduciendo año a año, por lo tanto nuestra capacidad de financiar proyectos viene disminuyendo. Lo que estamos haciendo es agregar, empresas y personas, con participación en los costos”, explica.

Son a través de esas asociaciones con empresas que Embrapa Forestas puede encontrar una solución para la hormiga cortadera, por ejemplo.  ”Hormiga es problema para todo el mundo. Y el insecticida más usado hoy, la sulfluramida, va a salir del mercado. Nosotros podemos desarrollar, en sociedad con alguien, un proyecto para hacer un sustituto de ese veneno para hormiga. Con eso, mi socio que invirtió en esa pesquisa, va a ganar el derecho de comercializar el producto, que puede ser hasta un insecticida biológico. Él va a ganar dinero, nosotros vamos a ganar un poco en royalties, pero la cadena productiva toda de forestas va a tener ventaja”, apunta. Lo mismo vale para mejorías en técnicas de plantío, una nueva sembradora. “El socio invierte 30%, Embrapa otros 30% y juntos invertimos otros 40% en servicios. Ella va a ser producida por el socio, pero va a atender a todo el mundo”, dice. 

Pequeños productores también pueden participar del proceso de asociaciones. Sin embargo, es necesario conversar antes con alguien del Instituto de Desarrollo Rural de Paraná (IDR), antigua Emater. “Se aproxima a él y dice: tengo esta oportunidad y me gustaría pesquisar. ¿Qué te parece? Muchas veces no es un problema de pesquisa. A veces eso ya está listo, entonces él como asistente técnico, va a ayudar a la persona. Si él se convencer, juntos ellos nos llaman y nosotros creamos un proyecto. El IDR es un canal fantástico para el pequeño”, afirma.

De acuerdo con Schaitza, el sistema solo funciona “si nosotros conversamos”. “Entonces si usted tuviera una idea y dice, pero, y si nosotros desarrollamos un sistema de poda, nosotros íbamos a tener material genético mejor, nosotros podríamos hacer en sociedad con Embrapa. Podemos. Si usted no tiene dinero para poner en eso, Embrapa también no tiene, pero vamos a discutir, ¿es interesante? ¿Es realmente un problema tecnológico? ¿Puede beneficiar a mucha gente? Vamos atrás de empresas para invertir en el proyecto. Nuestro negocio es descubrir una forma de ir para adelante”, afirma.

Según él, Embrapa Forestas está desarrollando varios proyectos en sociedad en el momento. Uno de ellos, con nano celulosa, que es producto de la industria de celulosa, para generar piel artificial para quemaduras. “Tenemos otro estudio con nano celulosa, encapsulada con abono, para ver como ese abono puede ser liberado de forma más lenta. Un otro proyecto que nosotros tenemos, en asociación, es sobre mejora genética de pinos para que nosotros tengamos madera mejor para serrería. Ese es desarrollado por nosotros y por un consorcio de empresas de Paraná y Santa Catarina”, cuenta.

 

 

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Grupo Paraná Wood busca asociados rurales

Entre los beneficios ofrecidos están el conocimiento y estructura de la empresa, rendimiento mínimo garantizado y creación de red de operaciones para el producto

El Grupo Paraná Wood (GPW) está siempre en búsqueda de asociaciones rurales, sean área forestal, agrícola o ganadería. Hoy, el grupo mantiene ocho asociaciones en la región de São Jerônimo da Serra, al Norte de Paraná, pero está ampliando este número. Según el director del GPW, João Luiz Garcia de Faria, la idea es hacer con el sector productivo de la región crezca con mayor velocidad. “Unir dos empresas en sociedad da ámbito para que el pequeño productor, principalmente aquel no tiene mucha estructura en el ramo forestal, y no necesite comenzar de cero. La asociación permite la creación de una red de operaciones para producir más y mejor, que es lo que el mundo moderno hace hoy. Usted no necesita hacer de todo. Usted solo necesita ser bueno en aquello que usted hace”, explica.

Según Faria, la gran ventaja es ampliar el uso de la madera y aumentar el valor agregado de la materia prima de la región. “Favorece al agricultor que tiene madera más vieja y no sabe llevar a cabo, el agricultor que planta pino y no sabe para dónde mandar. En la hora que él trae una empresa como la nuestra, con conocimiento, estructura y profundo saber del área para trabajar como hermana, se desarrolla en conjunto con nosotros”, afirma.

De acuerdo con Douglas Mendes, gerente de Paraná Wood Forestal y Paraná Wood Industria Maderera, responsable por la negociación de contratos de sociedad, hay varios tipos que pueden ser firmados. Entre ellos están el arrendamiento de tierras (40% de los resultados para el agricultor); el alquiler de tierras, que  puede ser hecho por mes, año o ciclo de la foresta (7 años) dependiendo de la negociación; la cosecha y comercialización de árboles; y la consultoría, donde la empresa es contratada para plantío, mantenimiento y cosecha a ser pagado con el resultado. “Todas esas opciones son para productores cuyas tierras queden en un rayo de 70 KM de São Jerônimo da Serra, para que la distancia no aumente los costos”, explica.

Para quien no tiene tierras, pero quiere invertir en forestas, hay aún la opción de cotas de forestas. “La persona decide el valor que quiere invertir, pudiendo ser de 10% a 100% de una foresta, con porcentaje equivalente de resultados”, explica Mendes. Ese tipo de asociación está liberada para personas de todo el mundo y, según João Faria, tiene un rendimiento mejor que el mercado financiero.

En todos los tipos de asociación, el GPW hace contratos legales y garantiza un rendimiento mínimo de 420 toneladas de madera por hectárea. Además de eso, Paraná Wood Industria Maderera compra toda la producción. “En todos los casos, el asociado tiene un retorno seguro y entra en el mercado de corte de madera regularizado”, afirma Faria.

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Obtener certificación FSC exige cumplimiento de etapas

Pequeños pueden unirse para dividir costos y documentación

Para obtener la certificación FSC de manejo forestal, que trae una serie de beneficios al productor, es necesario cumplir algunas etapas importantes y organizar la propiedad, como fue demostrado en este artigo aquí. Según la directora ejecutiva de FSC Brasil, Daniela Vilela, el productor tiene que comenzar a pensar bien antes de contratar una certificadora por qué habrá costos directos e indirectos, que pueden impactar una pequeña propiedad. Para pequeños, con hasta 480 hectáreas de área efectiva de plantación y mil de área total (computando también áreas de preservación permanentes y reserva legal), ella sugiere la unión con otros pequeños productores.

“Nosotros hemos visto, para este grupo, que la unión trae la fuerza, con la posibilidad de certificación en conjunto. Los pequeños se unen, forman un grupo y obtienen un certificado para el grupo, en vez de cada uno obtener un certificado. Con eso, pueden compartir documentos, ganan escala para una consultoría, para si necesitan de un prestador de servicios, dividen los costos, facilitando el acceso. Eso, además de estimular el compartir de conocimientos, lleva también a la profesionalización de todos, una construcción colectiva muy interesante”, afirma. FSC Brasil ya certificó a varios grupos, inclusivo en Paraná, proveedores de Klabin. “Es claro que, en este caso, hay un nivel de responsabilidad mucho mayor porque, si uno hace tonterías, él perjudica a todos los otros. Pero genera un sentido de responsabilidad muy bueno porque sabe que lo qué usted hace está impactando al grupo”, explica.

Costos y tiempo hasta la certificación son variables, caso a caso. “Existe el costo directo, cuando el productor llama una de las cuatro certificadoras autorizadas por FSC en Brasil, que entra en campo para verificar todos los detalles. Ella es quien va a evaluar con el productor cual es el tamaño del área, lo que hay en esa área, la ubicación de APPs, todo el ámbito de la propiedad”, explica. Todo eso afecta en el costo, ya que depende del tamaño del área, de la cantidad de auditores necesarios, el tiempo gastado, si hay poblaciones indígenas y el área de preservación que pueden ser impactados. “Entre contratar la certificadora y la obtención del sello, se lleva entre seis meses y un año, con costos variables”, explica Daniela.

Pero el tiempo y el costo directos son los que menos impactan el proceso, según la directora. Lo que acontece antes de eso es que normalmente pesa en el proceso. “A no ser que sea una propiedad muy bien organizada, ya consolidada, ya con todas las adecuaciones hechas, ese productor va primero necesitar, por ejemplo, evaluar si los empleados están con todas las obligaciones laborales correctas, los exámenes médicos, como están las cuestiones ambientales de esa propiedad, la reserva legal, en fin, va a necesitar tener todos los ítems de evaluación y adecuación antes de la visita de la certificadora. Ese período acaba siendo un poco más largo, porque depende de cómo está la propiedad y el costo de eso también es proporcional. Si hay un trabajo de adecuación y construcción a lo largo de los años, el costo va a ser menor. Pero si hay todo un trabajo a ser desarrollo, ese costo y ese tiempo van a ser mayores”, explica. Eso, según ella, puede desanimar un poco. “Principalmente los pequeños, porque puede quedar muy pesado cumplir todo luego de cara – hay muchas adecuaciones, adaptaciones”.

La buena noticia es que FSC Internacional quiere más productores certificados y no que se asusten con los costos. Por ello, está desarrollando un proyecto llamado Procedimiento de Mejoría Continuada, que debe comenzar a ser implantado a partir de 2022 en todo el mundo. “La norma para manejo forestal cuenta con 10 principios, que son quebrados en 70 criterios y cada criterio tiene varios indicadores. Para obtener la certificación hoy, necesita atender a todo eso en la auditoría. Qué FSC Internacional está proponiendo, principalmente para pequeños productores, es una especie de parcelación. Fueron identificados los requisitos esenciales, la base de la certificación. Ahí, el productor cumpliendo esos requisitos en el primero año, obtiene su certificado y ya puede comenzar a comercializar su producto certificado. Y, a lo largo del ciclo, va cumpliendo los otros requisitos. Hace un plan de acción, 20% en este año, más 10% en el otro, para reducir la demanda financiera y proporcionar una madurez a ese productor, para que él pueda ir creciendo con el proceso”, explica Daniela.

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Con certificación FSC, Grupo Paraná Wood garantiza madera con desarrollo social, ambiental y económico

Sello reconoce la producción responsable de productos forestales, permitiendo que los consumidores y las empresas tomen decisiones conscientes de compra, beneficiando a las personas y al ambiente, así como agregando valor a los negocios

Todo árbol que sale de los cerca de 1,5 mil hectáreas de forestas de eucalipto del Grupo Paraná Wood (GPW) tiene certificación FSC. Eso significa que la madera producida por Paraná Wood Industria Maderera es ambientalmente adecuada, que protege y conserva áreas de protección como matas nativas, recursos hídricos y la biodiversidad; socialmente benéfica, que respeta los derechos de los trabajadores, de la comunidad local y de los pueblos indígenas de la región; y económicamente viable. El GPW conquistó el sello FSC hace cerca de cinco años, y, desde entonces, todo año hace auditorías para perfeccionarse cada vez más en el trabajo. Además de eso, busca incentivar a productores de la región de São Jerônimo da Serra, al norte de Paraná, a hacer lo mismo con sus forestas.

Pero, ¿por qué la certificación es tan importante? El FSC (Forest Stewardship Council) es una organización internacional independiente, sin fines lucrativos, creada para promocionar el manejo forestal responsable alrededor del mundo. A través de su sistema de certificación, el sello FSC reconoce la producción responsable de productos forestales, permitiendo que los consumidores y las empresas tomen decisiones conscientes de compra, beneficiando a las personas y al ambiente, así como agregando valor a los negocios. Es una respuesta a la creciente deforestación ilegal, en nivel mundial. Para los productores de árboles brasileños, es aún más importante. Principalmente para aquellos que quieren exportar o vender para empresas exportadoras de productos de madera.

Según la directora ejecutiva de FSC Brasil, Daniela Vilela, aunque la certificación aún no sea obligatoria para la exportación, en el sentido de constar en ley, ella es un prerrequisito. “Principalmente por toda la repercusión internacional que Brasil tiene, allá en el extranjero, con relación a la deforestación. Por ello, la mayoría de los compradores colocan sí a la certificación como exigencia, para que la madera llegue allá con los puntos verificados y legal”, afirma.

Pero, según Daniela, los beneficios de la certificación no están limitados a quien quiere exportar. El sello FSC trae varios, siendo que el primero es que sirve de estímulo e incentivo para que los productores adopten siempre las mejores prácticas. “Ese primer sesgo es de mirar económico, para producción, en la eficiencia para mejorar la productividad. Estimula que el productor conozca la propia foresta, cuánto él podrá producir, como él puede extraer el máximo de beneficios que esa foresta pueda promocionar aliando ahí lo que la foresta realmente puede ofertar, encontrando un equilibrio entre las dos cosas. Y las mejores prácticas de conservación del suelo, de los recursos hídricos y el equilibrio con la biodiversidad”, dice.

Un segundo punto benéfico es el atendimiento legal, dice la directora ejecutiva. “Aquí, en Brasil, tenemos legislación muy robusta y que, muchas veces, el productor no está familiarizado y puede acabar siendo penalizado por ese desconocimiento, recibiendo multas, por ejemplo. La certificación tiene como base la legislación. Con el certificado, el productor necesita estar cumpliendo la legislación. Muy raramente va a ser agarrado por alguna infracción de las legislaciones ambiental y laboral, por estar anticipándose y adecuando las cosas que necesita adecuar”, explica. Además de eso, según ella, la certificación también ayuda en la propia organización del productor. “Una vez que hay una cierta burocracia para obtenerla, eso también auxilia a organizarse, a tener documentación lista, las informaciones en manos, a conocer lo que él tiene en la foresta, saber cuál es el negocio de él, el qué promociona mejoría de la gestión”, afirma.

Y, según Daniela Vilela, la certificación acaba abriendo oportunidades de mercado que, por veces, el productor no tiene. “Él hasta va a tener algún mercado para madera que no es certificada, pero existen diversas empresas que van a solicitar esa certificación, como una garantía, como forma de evitar alguna ilegalidad, de falta de respeto a los derechos laborales, deforestación ilegal, en fin cualquier tipo de falta de respeto a las leyes y condiciones sociales y ambientes”, evalúa. De acuerdo a ella, aún no existe un precio premio por la madera certificada. “Algunas veces acontece. No es lo usual, pero hay empresas que dan bonificación en el precio de la madera certificada. Sin embargo, eso va mucho de la relación comercial entre proveedor y comprador. Pero apertura de mercado es, sí, un beneficio de la certificación como un todo”, afirma. 

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Invertir en forestas en Paraná es un buen negocio

El Estado tiene la cadena productiva más completa del sector y, con la exportación, consume “de la punta a la base del árbol”

En los últimos años, el consumo de derivados de productos forestales viene creciendo. Y quien invierte en plantación de forestas está ganando. Paraná es un ejemplo de eso. Las forestas plantadas en el Estado y en la Región Sur de Brasil , como un todo, son múltiples productos, con destinación en diferentes ramos y sectores de mercado, que van desde la celulosa, papel, generación de energía, chapas, chapas reconstituidas, muebles, marcos, construcción civil, envases, higiene, medicamentos, nanotecnología, alimentación, ropas, entre otros.

Y el productor de árboles paranaense está en una situación todavía más cómoda, según el presidente de la Asociación Paranaense de Empresas de Base Forestal (Apre), Álvaro Scheffer Junior. “Paraná tiene la cadena productiva más completa de Brasil. Las industrias paranaenses, direccionadas en su mayoría para exportación, consumen de la punta a la base del árbol. Así, el productor consigue dar destino para sus productos fácilmente”, afirma. Según Scheffer, el sector de árboles cultivados vive un momento excepcional, “fuera de la curva”. 

De acuerdo a él, el momento cambial está favorable para exportaciones. Países están buscando productos derivados de madera en Brasil y las industrias brasileras están invirtiendo, buscando nuevas áreas para el aumento de plantaciones de forestas, justamente para suplir la demanda de la producción industrial. Pero reconoce que es un mercado cíclico. “En 2018 fue uno de los mejores años para la producción de madera. Ya 2019, fue malo. En 2020, con la pandemia mundial, hubo un aumento asustador de búsqueda por madera”, dijo.

Eso es explicado, según él, por el sistema constructivo de Estados Unidos y Europa, que utilizan el Wood Frame (construcción a base de madera) en sus casas y algunos tipos de edificio. “Con la pandemia, esos mercados hicieron lockdown. Allá, ellos tienen la costumbre de hacer mantenimiento de las casas siempre que pueden. Es decir, la construcción civil americana y europea vino buscar en Brasil su materia prima. El precio subió mucho hasta la base de la foresta”, explica.

Buscando este potencial, Paraná Wood Forestal, empresa del Grupo Paraná Wood (GPW), se está preparando para entrar en el mercado de construcción civil. A cada área de floresta plantada en sus tierras, en São Jerônimo da Serra, al norte del Estado, la empresa viene reservando alrededor de 90 del total de árboles por hectárea para ser destinadas a muebles y construcción civil. “Esto significa seleccionar algunos árboles y dejarlos de pie por más tiempo, cerca de 14 años, ya que ese mercado exige volumen de tronco más grueso y de densidad mayor”, explica el gerente de Paraná Wood Forestal, Douglas Mendes. El GPW cuida de cada foresta cultivada de forma única, con desarrollo de métodos propios que huyen un poco de lo tradicional. Uno de ellos, es la división de cada foresta en terrenos, que pueden tener de 12 a 25ha. Cada terreno es observado atentamente y solo son aplicados los insumos que realmente necesitan, reduciendo costos.

El GPW cree en el potencial de Paraná, uno de los más competitivos de Brasil, y es un ejemplo de caso de éxito en negocios ESG (sigla en inglés Environment, Social and Governance que evalúa empresas de acuerdo a sus impactos y desempeño en tres áreas: medio ambiente, social y gobernanza corporativa). En los últimos dos años, el área de forestas plantadas por Paraná Wood Forestal, tuvo un crecimiento de un 38% y suma hoy 1.460 hectáreas de foresta propia, con plantación, manejo y tecnología empleados de forma personalizada en cada terreno. Con fertilización, tecnología y conocimiento, la producción de eucalipto en Paraná Wood Forestal llega a 65 metros cúbicos por hectárea año. Al final de la cosecha, a cada siete años, totaliza 454.4 metros cúbicos por hectárea.

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Cuidados al comenzar la plantación de árboles garantizan ganancias

Forestas plantadas de pinos normalmente se adaptan a cualquier tipo de suelo, pero es necesario estudio del clima para escoger la mejor especie para cada región, principalmente pensando en Eucaliptos

Comenzar una plantación de árboles para fines comerciales exige ciertos cuidados. Forestas plantadas se adaptan en casi todos los suelos – desde que debidamente corregidos. Pero, el clima exige estudios para que la iniciativa pueda rendir resultados. Según el presidente de la Asociación Paranaense de Empresas de Base Forestal (Apre), Álvaro Scheffer Junior, forestas cultivadas son como cualquier otra cultura, con las mismas exigencias legales – observando las leyes en vigor, laborales y ambientales. “Es necesario saber qué está haciendo, así como quien planta soja, por ejemplo”, dice.

Según Scheffer, el suelo es una exigencia que el productor consigue corregir a través de una serie de recursos, como fertilización química, compuesto orgánico, micro bióticos, entre otros. “La cuestión del clima es más exigente. Porque si plantar una especie errada en un determinado clima, corre el riesgo de perder toda la inversión, principalmente en eucalipto. En la región sur de Brasil, hay ocurrencia de escarcha y algunas especies de eucalipto no son resistentes al fenómeno climático. En el caso del pino, él es un poco más resistente. Al Norte de Paraná e interior de São Paulo aceptan especies más adaptadas al clima tropical”, explica. El estudio detallado de la ocurrencia de escarchas es extremamente necesario para escoger la especie correcta para la región, dice él.  “Esa parte nosotros no tenemos como corregirla”, indica.

Plagas – En pinos, la principal plaga es la avispa de la madera, que ya hay un sistema de control, dice Scheffer. “A partir del sexto, octavo año de la colonia, se colocan algunos árboles trampa y, si ocurrir la infestación, se hace el control con nematodos producidos por Embrapa Foresta dentro de un programa del Fondo Nacional de Control de Plagas Forestales (Funcema). En el eucalipto, hay mucho más plagas como el abejorro, la oxidación. Pero son todas plagas conocidas, con manejo y control para cada una. Hoy no tenemos nada desconocido que pueda molestar la producción de madera”, garantiza.

Costos – Los costos para implantación de una foresta cultivada varían de acuerdo a la especie escogida y el destino final que la madera tendrá: celulosa, papel, energía, chapas reconstruidas para el ciclo corto, que equivale a 7-8 años en el eucalipto y, en promedio, 14 años para pinos; o madeira para construcción civil, muebles, marcos – que dependen de densidades diferenciadas y calidad mayor, en el ciclo largo. Los mayores gastos, sin embargo, están en el primer año. De acuerdo a Scheffer, una hectárea de foresta (sin contar el costo de la tierra), con mudas de calidad comprobada, rozada, aplicación de herbicida, actividad de plantío, entre otras, terminaría el primer año, con valores gastados alrededor de R$3,5 mil, R$3,7 mil por hectárea para pinos; y en eucalipto, en el rango de R$6,5 mil, por hectárea, dependiendo de la fertilización. “En los otros años, la variación de costos depende de la región, del área en que está. Si está en un área de campo, hay una aplicación de rozada y herbicida mucho menor que en un área de cerro, donde la infestación con plagas de malezas es mayor”, explica.

Si la madera fuera destinada para construcción civil, marcos, wood frame (sistema constructivo en base de madera), debe tener un manejo diferenciado, incluyendo podas a partir del tercer año y desbastes a partir del décimo año. “Con el desbaste, se debe retirar los árboles de menor diámetro, abriendo espacio para los árboles remanentes crecer y desarrollar mejor. El productor debe entender que el primer desbaste es una operación muy cara y que, mismo pudiendo comercializar lo que fuera retirado, no dará una gran receta, pues la producción es baja y los costos de cosecha son relativamente altos. El productor debe ver esa operación como una actividad en que él está preparando su foresta para tener un mejor desempeño en el futuro y, consecuentemente, una rentabilidad mayor. Por ello, quien va a definir las intervenciones dentro de esa colonia es el producto final”, concluye Scheffer.

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Sistema silvopastoril puede ayudar quien quiere iniciar plantío de forestas

Consorcio de ganado y foresta genera renta mientras árboles crecen

Muchos productores rurales piensan en invertir en forestas – que tienen un rendimiento sólido y comercialización de los productos garantizada, principalmente en la Región Sur del País-, pero no llevan la idea adelante por creer que es una inversión cara y que demora a dar lucro. Sin embargo, según el presidente de la Asociación Paranaense de Empresas de Base Forestal (Apre), Álvaro Scheffer Junior, si hubiera una planificación correcta e integración de la producción de forestas con otras actividades, como el sistema silvopastoril, el productor puede iniciar el plantío de forestas garantizando renta antes que sea hecho el primer corte de árboles.

De acuerdo con Scheffer, el sistema silvopastoril es extremamente interesante para quien quiere iniciar el plantío de forestas. “En el consorcio con ganado, es posible comenzar a tener una receta antes de la foresta. Además de beneficios ambientales, para el ganado y de economía en el propio ciclo de la foresta. Cuando se coloca el ganado, no se aplica el herbicida, no hay la competición de mala hierba (causada por los gramíneos invasores en los cultivares de foresta plantadas), lo que genera menos costos de manejo y mantienen renta extra. Esto vale para pequeños y grandes productores, tenemos varios asociados, grandes empresas, que trabajan con silvopastoril”, apunta.

De cualquier modo, el productor que desea iniciar la actividad en sus tierras va a necesitar de una dosis de paciencia ya que el cultivo de forestas es una cultura de ciclo largo comparada a la agricultura. “Una foresta de ciclo corto de eucaliptos lleva de siete a ocho años para dar lucro. En pinos de ciclo corto, el promedio es 14 años. Pinos de ciclo largo son, un promedio de, 26 años”, explica el presidente. “Si va a comenzar de cero, no puede querer que, en el primer año, esa foresta dé retorno financiero. Al inicio, es necesario tener un flujo de caja para poder esperar ese tiempo para tener el retorno, pero la espera compensa”, afirma.Según Scheffer, el productor que está comenzando se debe planificar para que la foresta genere renta ad aeternum, haciendo plantío todos los años. “Es mejor comenzar plantando en un área un poco menor y, al año siguiente, plantar otra área. Y así va. Porque, después, todos los años tendrá cosecha. Él va a estar realizando una parte de esa foresta y va a tener retorno”, dice.  Las empresas forestales, según él, tienen la visión de armar un ciclo para 60 a 70 años en el futuro. “La foresta es un engranaje, una actividad cíclica. Y cuando engranar, todo año va a tener área para cosechar y replantar. Entonces la actividad va a andar prácticamente solita”, garantiza.

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Ganado y foresta aumenta rendimiento del productor y reduce estrés de Angus

Creadores de la raza europea pueden buscar en ILPF mayor conforto térmico para sus animales

A pesar de la crisis económica que Brasil vive en los últimos años, el consumo de carnes prémium, como la de Angus, ha crecido exponencialmente porque los consumidores más exigentes no dispensan la calidad. Eso hace con que los productores interesados en alcanzar este mercado sean extremamente profesionales en la creación de animales de corte, para ofrecer una carne que atienda a las expectativas en ternura y sabor.

La mayor dificultad, todavía hoy, en la adaptación de Angus al clima brasilero es su pelaje oscura, mismo en la creación medio sangre con Nelore. Por causa de ella, los animales sufren con el calor y eso genera perjuicios, ya que los animales no se desarrollan como deberían. Aliar la creación de animales de corte Angus con la foresta puede ser la solución ideal, principalmente porque la foresta genera una renta extra que compensa, al final, el número menor de animales en el pasto.

La experiencia de Paraná Wood Ganadería (PWP), una de las empresas del Grupo Paraná Wood, es un ejemplo de que los sistemas silvopastoril e ILPF (integración plantación-ganadería-foresta) funcionan extremamente bien en la producción de carne. Según el veterinario Luís Henrique Aguilera Turrissi, que presta servicios para el rebaño de PWP hace tres años, en la Hacienda São Lucas, se percibió que la creación tendría mayor retorno financiero utilizando el ILPF, con la plantación de maíz para ensilado y foresta. De acuerdo con él, el segundo plantel de animales de la hacienda, 2019/2020, salió con promedio de unas 23,42 arrobas, con reducción de dos meses en el período de recría.  “En la anterior, 2018/2019, cuando el ILPF aún no había sido implantado, tuvimos un promedio de 21 arrobas. El lucro real del segundo plantel fue de R$800 más por animal. Es un sistema completo, perfecto y, si se trabaja de manera correcta, tiene rendimiento muy bueno”, explica.

Turrissi apunta que la integración trae muchos beneficios, principalmente para animales cruzados Angus X Nelore. “Cuando se trata de Angus, por tener el pelaje oscuro, ellos acaban absorbiendo más calor. De origen europea, ellos sufren más con el calor y exposición al sol. En algunas propiedades, que no trabajan con la integración, cuando el sol está muy caliente ellos están buscando sombra dentro del bosque, en vez de pastar. En algunas situaciones extremas, se encuentra animales hasta dentro de represas, probando resfriarse. Y con el sistema de integración, los animales se quedan todo el día en la sombra, pastando, el desarrollo de ellos es muy superior a los que no están en el sistema”, afirma.

La comodidad térmica es uno de los mayores beneficios para el animal que se queda menos propicio a enfermedades, dice Turrissi. “El productor gasta menos con remedios y no tiene muertes directas, ya que el estrés causado por el calor baja la inmunidad y eso trae pérdidas. Cuando se ponen los gastos en la punta del lápiz solo hay ventajas”, explica. Por otro lado, el productor debe de estar atento con la parte sanitaria. “El manejo sanitario debe ser realizado con bastante criterio porque el ILPF tiene algunos vectores de ectoparásitos. Aumenta un poco la incidencia de ura y mosca, pero no es nada absurdo que no pueda ser controlado si el manejo estuviera correcto”, afirma.

Según Turrissi, el único contra indicativo es hacer un mal posicionamiento de los árboles. “Si el productor fuera mal asesorado y coloca los árboles con espacio y/o posicionamiento incorrecto, eso va a causar poco sol con el pasar del día en el pasaje entre ellos, acarreando baja fotosíntesis y, consecuentemente, la producción y la calidad de forraje muy por abajo de lo esperado y ahí puede no funcionar porque no va a haber un pasto de calidad. Pero si se hace correctamente, respetando el espacio, no puede, no funcionar”, garantiza. Además de eso, hay una ventaja extra: en invierno, los árboles protegen el pasto del frío, manteniéndolo siempre con alta calidad.

El veterinario cuenta que las cooperativas están trabajando muy fuerte en la cuestión de la integración, pero solamente con ganadería-plantación, para la recuperación de la tierra y reforma de pastos. Se hacen dos o tres años de plantación y, después, retoma el pasto. La reforma sale casi a costo cero ya que la plantación paga esos costos.  “La foresta debería ser también más divulgada, porque solo trae beneficios para el animal y para el productor”, dice.

Para el plantel de este año, las perspectivas están muy buenas, de acuerdo con él. El año pasado, los animales entraron en confinamiento en abril con 527 kilos en promedio. “Este año vamos a tener un incremento de media arroba y reducción de un mes, colocamos ahora en marzo, con animales alrededor de 22 meses”, explica. De acuerdo a él, la tendencia es reducir la recría de 14 a 16 meses para 12-14 meses. “Como el precio de reposición está muy alto, necesitamos ser extremamente eficientes, juntando el mejor costo beneficio entre producción y gastos. El período de recría debe disminuir con animales más pesados y costo más bajo. Y eso la integración proporciona ya que consigo un buen aumento de peso en el período de pasto”, explica. Conforme a él, la meta es llegar a 25 arrobas y disminuir el tiempo de permanencia del animal en la propiedad.