Aunque los proyectos aún estén direccionados para grandes extensiones de forestas, pequeños productores deben prestar atención en el asunto
Quien produce forestas, ya debe haber oído sobre el mercado de créditos de carbono. En el mundo de las finanzas, esos créditos son inversiones alternativas que pueden ser hechos por empresas con objetivo de mitigar su propia emisión de gases de efecto estufa (GEE). Un crédito de carbono es la representación de una tonelada de carbono que dejó de ser emitida para la atmosfera, contribuyendo para la disminución del efecto estufa y cambio climático. Sería una especie de inversión financiera para que productores de forestas – nativas o plantadas – continuaran a hacer su trabajo. En el caso de forestas plantadas, sería un rendimiento a más. Pero, ¿será que eso está funcionando y puede beneficiar pequeños y medios productores? El Grupo Paraná Wood conversó con el ingeniero forestal, abogado, maestro en economía y política forestal Marcelo Schmid, consultor del grupo Index, sobre eso.
Él explica que la cuestión del crédito de carbono surgió un poco antes del viraje del milenio, con mucha fuerza y trayendo bastante esperanza, dentro del Protocolo de Kyoto. “Fue a partir de la constatación de que el hombre interfiere en el clima del planeta, que la intervención del hombre torna el calentamiento global peor, que se decidió por mecanismos de incentivo que renumerara por el mantenimiento y plantío de forestas”, dice. Pero, según él, después de algunos años, el mecanismo creado para generar crédito de carbono no fue renovado. “Después vino el Acuerdo de Paris y así mismo, hasta hoy, el mercado no hay un mecanismo formal, reglamentado y aplicable de una forma amplia para generación de crédito de carbono”, explica.
El especialista explica que fue creado un mercado oficial, regulado por ONU, con el protocolo de Kyoto, pero varias instituciones crearon sus propios estándares de generación de crédito de carbono, y eso desarrolló un mercado, llamado de “voluntario”, donde no es necesaria el sello de ONU para participar, ya que el acuerdo es hecho entre las partes. “Eso nació de una forma incipiente, fue creciendo con los años. Pero allí cerca de 2015, atravesó una crisis económica mundial y el mundo todo paró de hacer crédito de carbono. Vamos a pensar primero en las finanzas, dijeron”, cuenta. Él explica que el Grupo Index trabajaba mucho con ese mercado y prácticamente tuvo que parar. “De dos a tres años para acá, eso volvió con mucha fuerza, tal vez porque estamos ahora surfeando en el balanceo en las políticas socio ambientales y de gobernanza (ESG, en la sigla en inglés), que las empresas están buscando. Y una de las pautas de las políticas ESG es realmente la cuestión climática. Y, diferentemente allá del comienzo, cuando el crédito de carbono forestal era cercado de dudas y desinterés del mercado, ahora es el más procurado”, afirma.
Según Schmid, hoy, solo hay dos formas de reducir emisión de carbono en la atmosfera. “Una de ellas es dejar de emitir. Yo tengo una fábrica altamente emisora de gas de efecto estufa, cambio la matriz energética para cualquier otra cosa que no sea dañosa al ambiente. La segunda forma es yo tomar aquel CO2 que está allá en la atmosfera y sacarlo de allá. Y la única forma viable de hacer eso es plantando árboles, en el llamado secuestro de carbono”, dice.
De acuerdo con él, la primera categoría de proyecto es mucho más fácil de medir. “Si yo tengo una emisión causada por quema de combustible fósil y dejo de quemarlo, consigo determinar cuánto paré de emitir en la atmosfera”, apunta. Ya cuando se habla de forestas, la medición aún no es adecuada. “En ese caso, nosotros tenemos seres vivos y, aunque se haya evolucionado en monitoreo, todavía es llena de variables. Existe la posibilidad de la foresta incendiar, existe una serie de variables que allá al comienzo, tornaron ese crédito de carbono menos interesante. Solo que hoy el crédito de carbono forestal entrega algo que aquel proyecto industrial no tiene, que es componente socio ambiental muy fuerte. Nosotros estamos hablando no solo de reducción de emisión, está hablando de biodiversidad, de involucramiento de comunidades y nosotros estamos hablando de envolver a pequeños, medios y grandes productores dentro de un esfuerzo global direccionado para reducción de ese fenómeno llamado cambio del clima. Todo eso lo torna muy interesante, democrático y alineado a varias otras directrices globales direccionadas para la conservación del medio ambiente”, afirma.
Sin embargo, el mercado de crédito de carbono aún no es viable para pequeñas áreas, según Schmid, porque todos los costos del proyecto son muy grandes, muy onerosos al productor. “Si yo soy un productor con un área de 50 hectáreas, voy a tener que desarrollar un proyecto, voy a tener que llamar una certificadora y todo eso cuesta más que la receta que esa área me daría en crédito de carbono. La idea es que, de aquí a algún tiempo, podamos hacer proyectos cooperativos, con la unión de varios pequeños, para que se tenga escala suficiente para colocar en el mercado”, explica. Hoy, dice, los proyectos de carbono forestal que existen en Brasil son proyectos de decenas de millares de hectáreas de forestas. Y eso hace la mayoría invertir en la región Norte del País donde hay áreas de ese tamaño. “Pero es una pauta extremamente urgente, que tiene que ser resuelta en los próximos pocos años, la participación de productores forestales porque, efectivamente, los productores están manteniendo una cantidad de carbono fijado sea en la foresta plantada, sea en la foresta nativa y están contribuyendo para la cuestión ambiental”, afirma.
De acuerdo con Schmid, Index está desarrollando una plataforma, como una forma de monitorear el gano de carbono de diferentes propiedades, de cualquier tamaño, a partir de una hectárea. “Queremos monitorear eso y crear una forma, usando tecnología y monedas digitales, para renumerar a ese productor. Yo no tengo duda que eso va a ocurrir, pero depende de mercado, de voluntad gubernamental y política, eso está más despacio de lo que a nosotros nos gustaría. Pero, a nosotros nos espera que el mercado sea muy grande en el futuro, en un horizonte de hasta cinco años”, afirma. Y aconseja a los productores que presten atención y acompañen el asunto. “El clima está siendo de nuevo discutido en ONU. La cosa está andando, despacito, pero vamos a llegar allá”, avisa.